San Diego, Los Angeles, Parque Nacional Death Valley

Algo nos dice que México no nos quiere dejar ir.
Estamos en Estados Unidos hace una semana, y volvimos a cruzar la frontera unas seis veces más: "el tío Luis" es un mexicano que nos hospedó en su casa, en San Diego, pero trabaja en Tijuana, va y vuelve de un país a otro todos los días.
Esto es algo que no deja de llamarnos la atención, apenas se cruza de México a Estados Unidos el cambio es tan radical que es increíble que estas dos ciudades estén una al lado de la otra. De hecho parecen la misma ciudad, separada por un enorme puesto de control en el cual circulan miles de personas al día yendo y viniendo de un lado al otro buscando opciones.
La temida frontera de Tijuana pasó a ser cosa de todos los días, cada mañana al subirnos al auto "el tío Luis" nos pregunta: "Pasaportes?"

Cualquier excusa es buena para volver a Tijuana: reunión con amigos, buscar presupuestos para imprimir los libros, buscar un repuesto, hacer compras...

Pero cada noche regresamos a la casa del "tío Luis", una persona a la que no le dieron las manos para darnos todo lo que pudo: nos empalagamos de cariño, "malcríadurías", y de desayunos explendidos hechos con sus propias manos!!! Fantásticos y deliciosos "HUEVOS A LA LUIS", como a nadie más le pueden salir.

Su casa se transformó en la revolución del tranquilo barrio residencial de San Diego: mientras nadie sale más que para subirse al auto o sacar la basura, nosotros nos la pasamos afuera transformando el porche de la casa en un taller mecánico o sentados en la vereda buscando señal de internet.
 

Paseamos por San Diego, hermosa ciudad. Y visitamos el Centro de Entrenamiento Olímpico, donde pudimos ver un poco de hockey!!!! De casualidad se está disputando en la ciudad el torneo de clasificación de los países del norte para el Mundial de Hockey en Rosario este año. Los partidos estuvieron buenísimos, pero lo mejor fueron los minutos que Aymi robó en el lugarcito para probar los palos en el puesto de venta, mejor dicho las horas que se pasó simulando probar un palo y otro, y finalmente irse sin nada, pero con un poco de dribbling encima...

Una vez más de vuelta en Tijuana, hicimos posible algo que creíamos imposible: imprimir nuevamente una tirada de libros. Buscábamos por todos lados presupuestos, y nada se acercaba aunque sea un poquito a nuestro bolsillo. Mientras las grandiosas Marce (mamá de Kari, fiel amiga y lectora) y prima Caro, traducen a mil manos el relato original de español a inglés, nosotros busamos y buscamos imprentas accesibles, pero nada... hasta que, ya casi resignados, aparece Esther. La genia de la lámpara salió a cumplirnos el deseo y nos dijo: "olvídense de las imprentas, lo hacemos en mi copiadora".

Un sábado entero en un negocio de copias bastó para terminar los libros, esta vez: 40 en español y 160 en inglés. Quedaron geniales...

¡GRACIAS MARCE, CARO Y ESTHER!

Y después de dos semanas tenemos que irnos, el Citro está arreglado, los libros están listos y hubo despedida con los amigos (Nacho, Raúl y León), incluído el ceviche del "tío Luis" y guiatarra de Facu.

Ir de San Diego a Los Angeles significa sumergirse en un mundo de autopistas. Los freeways son eternos laberintos de inmensas construcciones de cemento que se cruzan de acá para allá y por la que circulan millones de autos, todavía no podemos asimilar que haya tantos. Y entre ellos la Estan y el Citro... los Corvettes, Porsches, Mercedes, Ferraris y Mustangs, nos pasan como parados, pero ahi vamos, avanzando de a poquito y acumulando cosas lindas que nos gritan los alegres conductores.

En plena batalla automovilística el Citro decide morir y llega por poquito a estacionarse en la banquina, su amiga Celestina viene atrás para rescatarlo. Con una soga, unos nuditos, y un millón de rezos para que no nos vea la policía, llegamos a nuestro nuevo hogar en Fullerton. Ahí nos esperan Carlos, un argentino, y su esposa Cathy, estadounidense. Nos recibieron en su casa, y nos dieron lugar a los cuatro en nuestra pasadita por Los Angeles, donde sacamos nuestra visa para Canadá, paseamos por Hollywood y visitamos la Asociación Argentina.

Contentos por conocer tan linda gente como esta pareja, pero desesperados por un poco de naturaleza, una vez que el Citro nos hizo salir del susto, volamos hacia el lado de los Parques Nacionales de California. Desaparece la ciudad y empieza el desierto, paisajes alucinantes nos alucianan y la oscuridad oscurece a la carretera, hay que parar.

Un caminito al costado de la desolada ruta nos lleva a un espacio apto para acampar. Pero mucho viento y frío nos hacen refugiar en la Estan con guisito de lentejas de por medio.

Unos kilómetros más y nos sumergimos en un paisaje cada vez más increíble... hermoso. El Parque Nacional Death Valley es un enorme y seco lugar con mucha de su superficie por debajo del nivel del mar, lo que le da salinas y unas formaciones rocosas loquísimas, así como espléndidos cañones y enormes dunas.

Semana Santa y mucha gente viajando... el Parque está lleno, los campings también. Por supuesto no se puede acampar en cualquier lado, hay lugares específicos para hacerlo y te cobran más de 10 dólares por auto. Imposible para nosotros. Pero cada vez nos soprendemos más de cómo va apareciendo esa gente que parecía escondida desde que entramos a Estados Unidos: todos aquellos que te despiertan mientras dormís, que te tocan la puerta de la camioneta, te tocan un bocinazo o te gritan desde lejos para preguntarte algo del viaje o tan solo saludarte.

Y acá están, de nuevo las preguntas y las respuestas... los curiosos se acercan y nosotros contentos de conocer, esta vez, gente diferente a la que estamos acostumbrados, pero felices de encontrar de nuevo ese factor común: la solidaridad.

Ellos son una familia holandesa-norteamericana que nos compartíó su espacio en el camping, sus nenes nos hicieron parte de sus juegos, y entre todos nos hicieron parte de su fin de semana de vacaciones.

Los paisajes que nos brindó el Parque fueron increíbles, esperamos encontrar más y a eso vamos, porque nos gastamos 80 dólares en un pase anual para todos los Parques Nacionales en Estados Unidos... así que los haremos valer y de camping seguiremos, pero ahora hay una ciudad que se nos cruza en el camino al Gran Canyon: Las Vegas allá vamos!!!